23.10.07



Y sigo.
Leo a Baroja.
Hace un tiempo redescubría "Zalacaín el aventurero", luego "Las inquietudes de Shanti Andía", así que era imposible resistirse a "El árbol de la ciencia" que me llamaba desde la estantería de la librería.
Medio libro está con las puntas dobladas, señalando párrafos para su relectura y apunte. Tan sencillo y a la vez tan complejo como el propio ser humano lo es. El final me resulto abrupto, demoledor, acabo por cogerle cariño a los personajes. Como anecdota: he llorado en todas las novelas históricas que he podido leer a la muerte del héroe, Anibal, Julio Cesar, Ciro Espitama, Marco Polo, dos veces en el caso de Alejandor Magno. En fin.
Vuelo a Baroja.
Me gusta mucho este escritor, novelas cortas, directas, de aquí. No están falseadas para darle más emotividad, no tienen trucos. Todo lo que cuenta puede traspasar la forntera del tiempo y pasar aquí y ahora.
Una pildorita para el espíritu que de cuando en cuando hacen falta.

1 comentario:

Ara dijo...

la frática es lo que le palta.
me encanta esa frase de Zalacaín el Aventurero.
lo suelo decir en voz alta de médicos o de escritores que no me gustan. pero nadie, a excepción de mi madre, entiende la referencia y me ríe la gracia.
Zalacaín el Aventurero es el libro que me enganchó a la literatura, cuando tenía quince años. creo que antes de él, sólo había leído dos novelas adultas: La mala hora, de Gabriel García Márquez, y La hija del capitán, de Alexander Pushkin.